CORPUS MULTIMODALES
TIPOS Y APLICACIONES
Aplicaciones forenses

El área de los estudios forenses ha sido, sin duda, el mejor ejemplo de confluencia de disciplinas diversas, desde la antropología hasta la lingüística, o desde la medicina hasta el derecho, han hecho aportaciones que enriquecen el material de donde abrevan los especialistas; así pues, convendría hacer una revisión somera sobre las aportaciones de la lingüística en un caso muy concreto: la detección de mentiras o engaños.
Los primeros pasos en esta senda ocurrieron con el descubrimiento, a principios del siglo XX, del lenguaje corporal y las microexpresiones, a partir de entonces, y tras largos rodeos, se fueron perfeccionando las técnicas de detección de engaños, que se vieron fuertemente nutridas con las aportaciones de la fonética acústica.
Primero hagamos un poco de historia. A principios del siglo XX en Alemania una ola de furor se esparcía aceleradamente, un hombre y su caballo eran la causa. La razón de este frenesí, que empujaba a cientos y miles de personas a viajar al este de Alemania, era la suposición de que el caballo, Clever Hans era su nombre, podía leer la mente.
Clever Hans era un “caso raro” de la naturaleza pues al formularle una pregunta podía responder a ella apoyándose en su tablero de respuestas (suponer que hablaba sería exagerado); el método era sencillo: frente al caballo se colocaba un “tablero de respuestas” que era una tabla grande con las letras del abecedario pintadas en ella y una sección de afirmación y una de negación; el espectador formulaba una pregunta y Clever Hans pateaba las letras de la respuesta, o bien, si era una operación matemática Clever Hans pateaba el suelo el número de veces correspondiente a la respuesta correcta.
Pero como a toda leyenda corresponde un profanador, la suerte del equino estaba echada, así el grupo de estudio encabezado por el psicólogo Carl Stumpf descubrió algo que a partir de entonces brindó el acceso a la mente de los humanos sin ser invasivos: las microexpresiones. En las pruebas que se le hicieron al famoso animal se descubrió que, efectivamente, era un prodigio pero no en el sentido que hasta ese momento se pensaba; Clever Hans no podía leer la mente, sin embargo era un excelente lector de microexpresiones, de lenguaje corporal y de claves inconscientes.
En la serie de pruebas, el grupo de Stumpf descubrió que los seres humanos mediante actos inconscientes e incontrolables damos una serie de pistas sobre aquello que habita en nuestra mente; así cuando a Clever Hans se le preguntaba el resultado de la suma de dos números, ocurrían en quien formulaba la pregunta una serie de procesos que el caballo percibía con una claridad asombrosa, ya sea que se tensaran los músculos de alguna parte del cuerpo y se relajaran cuando el caballo había llegado a la respuesta correcta, o bien que inclinara hacia adelante el cuerpo de manera casi imperceptible y recobrara su posición anterior al acertar el caballo. Estos procesos fueron dando las primeras claves para adentrarnos en el estudio del lenguaje corporal y las microexpresiones.
Aunque nos podría parecer el caso de Clever Hans como algo ajeno a la lingüística, habrá que contextualizarlo, pues de su correcta relación derivaremos los nexos que tiene este caso con la fonética acústica y sus aplicaciones. Así pues, a raíz de este singular caso comenzó el estudio de las expresiones e indicios inconscientes de los seres humanos; se descubrió que las emociones pueden ser vistas o escuchadas contra la voluntad del emisor.

Ya para 1908, Hugo Münsterberg publica On the witness stand; libro crucial para las ciencias forenses, pues en él aplica, por primera vez, técnicas psicofisiológicas para resolver casos inconclusos de crímenes, falsos testimonios y culpabilidades no comprobadas; de donde muchos científicos forenses extraen elementos fundamentales para la detección de mentiras mediante las señales involuntarias; la voz es precisamente uno de los indicios más claros ante tales circunstancias, aunque también se pone atención sobre otras características visuales como la posición del cuerpo o las expresiones faciales.
Pese al antecedente y la información que ya se había obtenido a principios del siglo XX, los estudios sobre las microexpresiones y los microindicios del comportamiento tuvieron que esperar hasta pasada la primera mitad del siglo, pues no fue sino hasta la década de los setentas cuando Paul Ekman llamó nuevamente la atención sobre estas valiosísimas fuentes de información y se dedicó al estudio minucioso de este fenómeno, convirtiéndose así en el más importante investigador en esta materia.
Entre los muchos procesos fisiológicos ligados a la mentira, los de mayor peso hacia el habla son dos, la tensión muscular y el incremento de la presión sanguínea. Durante breves lapsos, demarcados por los puntos clave de la mentira, la presión y el flujo sanguíneo se incrementan, también se generan leves incrementos en la tensión muscular lo cual hace que todo el aparato fonador se rigidice y la voz se vuelva más aguda; si a esto sumamos los beneficios derivados de software especializado para el estudio de la onda sonora podemos obtener de manera gráfica, cualitativa y cuantitativamente, la mentira.
Señala Pär Anders que el estudio de la onda sonora ha sido de suma importancia para los casos criminales, pues al agregar otro elemento delator de la mentira a la lista de los ya existentes se obtiene un campo de acción más certero donde unos complementan a los otros; de este modo la lingüística ha permitido ampliar los corpus multimodales en los que estudian este fenómeno los especialistas de la materia.
En Cómo detectar la mentira Ekman afirma que “por lo común, los mentirosos vigilan y procuran controlar sus palabras y su semblante más que su voz y el resto del cuerpo”[1]; llama la atención que se refiera precisamente la diferencia que hace entre voz y palabras, pues de ahí deducimos que las claves para detectar la mentira se hallan en la realización fónica más que en cualquier otro nivel de la lengua.
Pero los “cazadores de mentiras” como los denomina Ekman a lo largo de su obra, no sólo se basan en los indicios lingüísticos de ésta; los estudios profundos para formar a estos profesionales han requerido totalmente del uso de corpus multimodales que incluyan fotografía, audio y video, pues a través de ellos se realiza el entrenamiento y refinamiento de las técnicas periciales que buscan desentrañar la verdad.
Bella DePaulo comienza su artículo “Mentiras permanentes forman verdades: señales de comportamiento en el engaño y la vía indirecta de la intuición” con una pregunta fundamental para comprender cuáles son los puntos focales donde centra su atención el perito: ¿Puede decir qué sospechosos están mintiendo basado en lo que dicen, cómo lo dicen, cómo suenan cuando lo dicen, o cómo se ven?[2]
De lo anterior extraemos que, para el estudio forense de las mentiras, ha sido igual de importante centrar su atención en los indicios lingüísticos (fónicos y pragmáticos sobre todo) como en las señales del cuerpo y el rostro, para ello, la recopilación de datos en fotografía, video y audio se torna fundamental tal y como lo fue para Paul Ekman al inicio de sus estudios sobre las bases psicobiológicas de las emociones y procesos mentales.
[1] EKMAN, Paul. Cómo detectar las mentiras. p 85.
[2] DEPAULO, Bella. “Discerning lies form truths…” (la traducción es propia